20.7.07

Legislatura de la literatura (1994)

[Fragmento]
Me preguntaron si conocía a un tal Mauricio Bares. Lo negué. Me jalaron de la camisa y me golpearon dos veces en el abdomen.
–Así que tú eres –concluyó uno de ellos–, tenemos un recadito para ti.
Me esposaron por la espalda. Registraron mis bolsillos adueñándose de mis cigarros y de unas hojas donde intentaba garabatear un texto, y me treparon a un carro nuevo pero mal cuidado.
No había hecho nada malo, más que caminar por la colonia Roma a ciertas horas de la noche.
–Así que tú eres Mauricio Bares –repitió el mismo–… Ahora verás, cabrón. Ahora verás.
El auto echó a andar. Tardé en recuperarme del ataque y en reconocer el rumbo que llevábamos. Por primera vez estaba recorriendo Insurgentes sin saberlo. Increíble que el Sears y el Woolworh me resultaran más que irreconocibles, desconocidos. Trataba infructuosamente de jalar las bocanadas de aire necesarias para nivelar mi respiración, pero el violento efecto de los golpes me lo impedía. Cuando se restableció mi aliento, traté de acomodarme sobre el respaldo del asiento trasero. Imposible: las manos esposadas me lo impedían. Los dos policías venían adelante.
–No puedo entender a los traidores que hablan mal del país si aquí todo es amigable, verdad, pareja? –dijo el conductor.
Los demás carros eran indiferentes: los rebasábamos sin que se enteraran de que aquí venía un hombre detenido injustamente, no un preso político, pero sí un preso artístico, un preso literario...

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