8.9.11

La vida es una telenovela - El eBook!


Quién lo habría de decir. Esos relatos escritos hace tanto tiempo en cuartuchos de mala muerte hoy forman parte del catálogo de la primera editorial de eBooks en el país. Circulan por todos lados al precio más accesible. No me puedo sentir más halagado.

http://www.youtube.com/watch?v=CeBmRz0Fl94

El libro se consigue en http://libros.malaletra.com o en Amazonhttp://amzn.to/pWyPb6

Siete relatos, y un cómic ilustrado por Ricardo Camacho, que fueron escritos hace mucho, sin demasiadas lecturas y fuera del ámbito literario, lo que los hizo disfrutables y les otorgó un aura de libertad y cinismo. Presentan similitudes (producto de las mismas obsesiones) pero también diferentes estilos y abordajes. Son historias que nacieron en una época cuya vida cotidiana se veía dominada por la omnipresencia de las telenovelas (y por su equivalente en el ámbito musical, la balada). Si bien las telenovelas no reflejaban en lo absoluto nuestra realidad, la realidad comenzaba a parecerse peligrosamente a las telenovelas.


5.11.09

A LAS PUERTAS DE SU CASA!

Aquí mayor información sobre Apuntes de un escritor malo.


9.5.09

AHORA SÍ

Presentación en la Feria del Libro de Saltillo, Museo del Desierto, el 7 de octubre, 17 hrs.
Y en el DF, en la Feria del Libro del Zócalo, el 13 de octubre, 18 hrs, con Alejandra Peart (editora) y Daniel Espartaco




Y ésta es una imagen de la historieta que elaboró Rick Camacho hace años. Algunas imágenes de la historieta se incluyen en el libro.

3.11.08

La vida es una telenovela: The Book

La intención de este blog era montar aquellos primeros cuentos que sobrevivieron a literales hogueras y que nunca más tendrían oportunidad de publicarse. Sin embargo, el quedar expuestos ha hecho que les sonría la fortuna y han encontrado un editor. Mejor dicho, editora.
Alejandra Peart, de la editorial Atemporia, tiene un jugoso plan editorial para 2009, entre cuyos títulos se contará éste. Por compromiso con ella, he dejado sólo un fragmento de cada cuento, y en este blog iremos notificando sobre la publicación del libro (cubiertas, interiores, presentaciones, librerías, etc.).
No podría estar más feliz!

18.1.08

EL OTRO NOMBRE DE LA ROSA (1986)

[Este cuento tuvo una versión cinematográfica nominada al Ariel por "Mejor ópera prima". También fue adaptado a historieta por Ricardo Camacho en una impresionante versión de 40 páginas en el Gallito Cómics, de la que incluyo una con su aprobación.]


[Fragmento]
Lo que más me gustaba de la Rosa eran sus nalgas. No es que le falte al respeto, ya sé que está muerta, por eso estoy aquí. Seguramente todos éstos iban a verla de lejitos para hacerse una puñeta bajo la mesa. Y seguro que nadie sabía que se llamaba Rosa.
Yo sí.
También fui el primero en notar que sus nalguitas habían crecido para asombro de los idiotas que seguíamos viéndola como una niñita escurrida; en sólo dos meses, cuando pasamos de segundo a tercero de secundaria, ocurrió el milagro. Y siempre he sido muy mula con la gente, incluida Rosa. Aún así me acerqué para decirle que dónde había comprado esas nalguitas tan ricas si el año anterior no tenía nada. Estaba listo para una bofetada, pero luego de ruborizarse me contestó con una sonrisa que después de doce años no se me olvida.

Ahí viene el cortejo. Luego nos hicimos novios. Con ella empecé a domesticarme, a suavizarme, hasta le escribí unos versos. Me tenía embrujado… Me creí en la obligación de protegerla, desde chamaco había aprendido que el mundo era sucio y sólo pensaba en defenderla. Con los demás habían bastado las amenazas y los empujones; sólo el negro Ureña perseveraba. Déjala en paz pinche negro o te blanqueo a cabronazos, y que se me deja venir floreándome un ojo. Era mucho más alto que yo pero nos trenzamos rico y en cuanto pude le pateé el pito, tantas veces que casi se lo sumo. Ja. Quedamos como cristos en miniatura. El negro era machito y se quedó callado entre la pelotera. No pasó nada.
El escándalo grande se armó después con el mamón que nos daba Educación Física. Ahí todo se vino abajo. Fue como morir una vez. No sé si mucha gente cree en esas pendejadas de la media naranja… Yo sí. Pero no quiero ver cuando la entierren, mejor me tomo el ron que traigo en el carro…

La vida es una telenovela (1986)

[Fragmento]
Pilar ve a su madre lavando trastes al entrar a la cocina. Son los utensilios que utilizó al preparar el desayuno. La mesa está puesta: una inmensa pila de hot-cakes envueltos en un trapo de cocina y una sartén de la que emana el indiscutible aroma del tocino se encuentran al centro, rodeados por platos, tazas, una barra de mantequilla y varios etcéteras. La mesa está lista pero aún vacía.
El olor del tocino le revuelve el estómago. Es su padre. Sólo su padre come hot-cakes con tocino, y eso es lo que se halla justo al centro. Pilar vagabundea alrededor de la mesa sin darle a su madre los buenos días y decide que diseñará su propio menú. No alcanza a definir si es un acto de rebeldía o una simple cuestión de apetito. De espaldas a su madre, quien ahora se aleja del fregadero, Pilar abre el refrigerador y expurga en su interior durante algunos segundos.
–Dónde están los huevos? –pregunta de mala gana y sin moverse del refrigerador por lo que le sorprende escuchar la voz de su padre respondiendo:
–Los huevos están en el lugar de siempre…

no sex like no sex (1994)

[Fragmento]
NO SEX LIKE NO SEX
Querida Mimí:
Actualizo mi carta del lunes para contarte las últimas últimas. Recordarás que hoy jueves, en Denny’s, tenía mi cita con Alfonso, la que alocadamente califiqué de “todo o nada”. Bueno el tono de estas frases ya te ofrece un adelanto.
En efecto, mi secreta celebración de cumpleaños fue todo un éxito.
Salimos de Denny’s y me sentía levemente mareada. Sin darme cuenta, Alfonso y yo estábamos paseando por un parquecito muy lindo… íntimo… en total oscuridad! Allí sucedió el motivo de esta carta.
Por un lado, sabes que no quería que un hombre mayor como Alfonso me creyera una chica descocada, que se entrega rápidamente. Pero me agobiaban varias urgencias: la emoción, el mareo (quizá por la horrible loción de Alfonso, pequeño y único defecto que habré de corregirle), también la hora y un deseo incontrolable por hacer pipí (tomé seis cafés en Denny’s y ya sabes cuanto mal me hace el café). Todo me temblaba.…

La lámpara de Chéjov (1986)

[Fragmento]
Como la lámpara de buró no funcionaba bien, Claudio quitó el foco para apagarla. Acababa de releer fragmentos de sus libros de cabecera y sacó algunos apuntes. Trató de recordar un consejo de Chéjov: si al inicio de tu cuento aparece un clavo, tu personaje deberá utilizarlo al final para suicidarse, o algo así. En esa cita que se había convertido en un cliché para cualquier aspirante a escritor, el viejo Chéjov recomendaba que ningún elemento resultara gratuito en una narración. Como fuera, Claudio no tenía ideas para escribir pese a los prolíficos días anteriores, así que sólo se acurrucó entre las cobijas dispuesto a dormir.
Mientras tanto, Lorena se cepillaba el pelo sobre su lado de la cama y a ratos se abanicaba con el último relato de Claudio, su esposo. El calor era insoportable.
–Voy a darme un regaderazo –dijo con desgano. Se levantó y apagó la lámpara de su buró. Pero antes de llegar al baño salió al balcón de la sala donde aspiró el aire cálido del verano. Todo era sexo aquella noche, el calor, el ambiente, las ideas, pero.
Lorena se desnudó mientras el agua adquiría la temperatura adecuada. Al contacto con la tibieza del líquido maldijo a Claudio. Era su primer y único hombre.
Al inicio de su relación vivieron locos de furor, le hacía strip-tease, lo lamía por todos lados, le encantaba sentir a Claudio agigantarse entre sus labios, en fin. Era inexplicable la austeridad actual, pero al menos la inactividad literaria había quedado atrás, y con ella parte del mal humor. Resignada, Lorena volvió a hacer el amor con la botella de shampoo…

Por qué no podemos ser los de antes? (1988)

[Fragmento]
Luis Alberto Salvatierra exprime vigorosamente el cigarro en cada fumada: acostado sobre la cama sin tender, su cuerpo piloso y varonil, extenso y amplio, tranquilo, contrasta con la inquietud de la otra mano, que alarga unos cuantos vellos púbicos para luego enredarlos en el meñique y volver a desenredarlos, siguiendo los compases de Frank Pourcel.
La ridícula luz de una lamparita de buró no alcanza a delinear a Mariana, más bien se ve tétrica en el rincón penumbroso con el pelo revuelto y un camisón sin pudor.
Alternando con la música a todo volumen, en un televisor diminuto la actriz de una telenovela sufre el maltrato de un argumento imbécil en espera del final feliz. Mientras éste llega –y falta mucho para que llegue– los personajes aspaventean enmudecidos por el sonido del tocadiscos, pantomiman, guiñen, se besan.
–No me vas a contestar?! –chilla Mariana opacando a Pourcel, su cuerpo menudo parece agigantarse. Luis Alberto interrumpe su juego con el meñique pero no deja de fumar. –Ya no me quieres, verdad? –dice Mariana resignada, tratando de sonar dulce, pero ante el silencio de su marido se levanta y arroja al suelo una tierna novia de porcelana que al instante se hace pedazos. –No sólo has dejado de quererme sino que me engañas, estoy segura. Eres un cerdo, Luis Alberto, te aborrezco. No sé cómo te atreves a dormir en nuestra cama, a profanar nuestro lecho luego de revolcarte con otra!
Mariana llora de pie, a oscuras, a ojos cerrados, en silencio. Camina lentamente y trata de abrazar a su marido. Le dice con ternura:
–Por qué no podemos ser los de antes?

Eso no se le hace a nadie (1992)

[Fragmento]
Teníamos alquilada por veinticuatro horas una habitación del Hotel Morales que está frente a la estación del metro Lázaro Cárdenas pero sólo habíamos permanecido tres, lo que se tarda uno en hacerlo bien, así que le pedí a mi novia que se quedara toda la noche conmigo para reposar y hacer el amor de nuevo sin ninguna presión de tiempo, siendo viernes no había preocupación por trabajar al día siguiente, según yo ése era el plan aunque nunca lo discutimos porque era la primera vez que íbamos juntos a un hotel, pero de pronto ella insistió en que debía marcharse para no alimentar la suspicacia de su madre y yo naturalmente traté de persuadirla aprovechando el calorcito que dejaron nuestros cuerpos sobre la cama, usted sabe teniente que bastan algunas frases vaporosas y una rodilla audaz para convencer a nuestra pareja, no obstante cuando yo creí que había logrado mi objetivo escuché con desconcierto que ella se quedaría sólo un rato para llegar a su casa en buena hora y evitarse toda clase de problemas familiares, así que en ese momento por obra de mi propia paranoia vi con claridad la cara de su madre asomándose por detrás de su hombro y me imaginé a todos sus vecinos señalándola con el dedo como si divertirse y gozar de su propio cuerpo fuera algo que los demás no pudieran soportar, por eso el termómetro que volvía a ascender en mi pareja por culpa de mi estúpida rodilla audaz cesó de emocionarme sopesando sobre el colchón el cuerpo de su santificada madre (la madre de mi novia, teniente, no la de usted), el cuerpo de su madre interponiéndose entre mi novia y yo, lo peor de todo fue que mi sexualidad decayera tan estrepitosamente al imaginarme dándole gozo a la respetable señora quien a decir verdad ya no levanta a los hombres ni las dudas, tal vez el poder de la menopausia sea un origen de los múltiples problemas de nuestra patria, teniente, porque cuando las hijas despiertan al sexo sus madres se despiden rencorosas de él, deberíamos liberar a las muchachas de las envidias maternas, creo yo. En fin, dentro de tales circunstancias me pareció lo más natural levantarme e invitar a mi pareja a retirarnos pero no sé qué ideas se le metieron a ella en la cabeza que entonces me jaló del brazo e intentó tenderme de nuevo sobre el colchón en una ridícula escena de estira y afloja, estira y afloja, estira y afloja, hasta que cedió y contempló cómo iba yo vistiéndome metódicamente al tiempo que le explicaba que lo mejor era irnos y no forzar las cosas si estaba bien claro que su mami podía más que yo, ve usted alguna grosería en eso?, pero creo que debí de quedarme callado, ahora veo que mis palabras parecieron groseras pero le juré a ella cuando vino a plantarme una bofetada y yo le dije que no volviera a hacerlo y ella volvió a hacerlo y lo hubiera seguido haciendo si no fue porque la zangoloteé por los hombros y la arrojé a la cama y le juré y le juro a usted ahora que mis palabras sólo decían lo que decían, porque aunque no soy un poeta fino sino un modesto escritor de novelitas calientes de las que se venden en puestos de periódicos y aunque sé que en nuestra sociedad ésa más que una profesión es una cochinada a mí me parece inclusive más limpia que la carrera de abogado o policía, sin agraviar a ningún presente, yo al menos no recibo órdenes de nadie y como profesionista del lenguaje puedo asegurarle que mis palabras sólo decían lo que decían…

20.7.07

Legislatura de la literatura (1994)

[Fragmento]
Me preguntaron si conocía a un tal Mauricio Bares. Lo negué. Me jalaron de la camisa y me golpearon dos veces en el abdomen.
–Así que tú eres –concluyó uno de ellos–, tenemos un recadito para ti.
Me esposaron por la espalda. Registraron mis bolsillos adueñándose de mis cigarros y de unas hojas donde intentaba garabatear un texto, y me treparon a un carro nuevo pero mal cuidado.
No había hecho nada malo, más que caminar por la colonia Roma a ciertas horas de la noche.
–Así que tú eres Mauricio Bares –repitió el mismo–… Ahora verás, cabrón. Ahora verás.
El auto echó a andar. Tardé en recuperarme del ataque y en reconocer el rumbo que llevábamos. Por primera vez estaba recorriendo Insurgentes sin saberlo. Increíble que el Sears y el Woolworh me resultaran más que irreconocibles, desconocidos. Trataba infructuosamente de jalar las bocanadas de aire necesarias para nivelar mi respiración, pero el violento efecto de los golpes me lo impedía. Cuando se restableció mi aliento, traté de acomodarme sobre el respaldo del asiento trasero. Imposible: las manos esposadas me lo impedían. Los dos policías venían adelante.
–No puedo entender a los traidores que hablan mal del país si aquí todo es amigable, verdad, pareja? –dijo el conductor.
Los demás carros eran indiferentes: los rebasábamos sin que se enteraran de que aquí venía un hombre detenido injustamente, no un preso político, pero sí un preso artístico, un preso literario...