18.1.08

Por qué no podemos ser los de antes? (1988)

[Fragmento]
Luis Alberto Salvatierra exprime vigorosamente el cigarro en cada fumada: acostado sobre la cama sin tender, su cuerpo piloso y varonil, extenso y amplio, tranquilo, contrasta con la inquietud de la otra mano, que alarga unos cuantos vellos púbicos para luego enredarlos en el meñique y volver a desenredarlos, siguiendo los compases de Frank Pourcel.
La ridícula luz de una lamparita de buró no alcanza a delinear a Mariana, más bien se ve tétrica en el rincón penumbroso con el pelo revuelto y un camisón sin pudor.
Alternando con la música a todo volumen, en un televisor diminuto la actriz de una telenovela sufre el maltrato de un argumento imbécil en espera del final feliz. Mientras éste llega –y falta mucho para que llegue– los personajes aspaventean enmudecidos por el sonido del tocadiscos, pantomiman, guiñen, se besan.
–No me vas a contestar?! –chilla Mariana opacando a Pourcel, su cuerpo menudo parece agigantarse. Luis Alberto interrumpe su juego con el meñique pero no deja de fumar. –Ya no me quieres, verdad? –dice Mariana resignada, tratando de sonar dulce, pero ante el silencio de su marido se levanta y arroja al suelo una tierna novia de porcelana que al instante se hace pedazos. –No sólo has dejado de quererme sino que me engañas, estoy segura. Eres un cerdo, Luis Alberto, te aborrezco. No sé cómo te atreves a dormir en nuestra cama, a profanar nuestro lecho luego de revolcarte con otra!
Mariana llora de pie, a oscuras, a ojos cerrados, en silencio. Camina lentamente y trata de abrazar a su marido. Le dice con ternura:
–Por qué no podemos ser los de antes?

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