18.1.08

EL OTRO NOMBRE DE LA ROSA (1986)

[Este cuento tuvo una versión cinematográfica nominada al Ariel por "Mejor ópera prima". También fue adaptado a historieta por Ricardo Camacho en una impresionante versión de 40 páginas en el Gallito Cómics, de la que incluyo una con su aprobación.]


[Fragmento]
Lo que más me gustaba de la Rosa eran sus nalgas. No es que le falte al respeto, ya sé que está muerta, por eso estoy aquí. Seguramente todos éstos iban a verla de lejitos para hacerse una puñeta bajo la mesa. Y seguro que nadie sabía que se llamaba Rosa.
Yo sí.
También fui el primero en notar que sus nalguitas habían crecido para asombro de los idiotas que seguíamos viéndola como una niñita escurrida; en sólo dos meses, cuando pasamos de segundo a tercero de secundaria, ocurrió el milagro. Y siempre he sido muy mula con la gente, incluida Rosa. Aún así me acerqué para decirle que dónde había comprado esas nalguitas tan ricas si el año anterior no tenía nada. Estaba listo para una bofetada, pero luego de ruborizarse me contestó con una sonrisa que después de doce años no se me olvida.

Ahí viene el cortejo. Luego nos hicimos novios. Con ella empecé a domesticarme, a suavizarme, hasta le escribí unos versos. Me tenía embrujado… Me creí en la obligación de protegerla, desde chamaco había aprendido que el mundo era sucio y sólo pensaba en defenderla. Con los demás habían bastado las amenazas y los empujones; sólo el negro Ureña perseveraba. Déjala en paz pinche negro o te blanqueo a cabronazos, y que se me deja venir floreándome un ojo. Era mucho más alto que yo pero nos trenzamos rico y en cuanto pude le pateé el pito, tantas veces que casi se lo sumo. Ja. Quedamos como cristos en miniatura. El negro era machito y se quedó callado entre la pelotera. No pasó nada.
El escándalo grande se armó después con el mamón que nos daba Educación Física. Ahí todo se vino abajo. Fue como morir una vez. No sé si mucha gente cree en esas pendejadas de la media naranja… Yo sí. Pero no quiero ver cuando la entierren, mejor me tomo el ron que traigo en el carro…

1 comentario:

filosofo del amor dijo...

amar es darle a alguien el derecho -cuando no el deber- de hacernos sufrir